En lo alto de la montaña, muy cerca del límite entre León y Asturias, en la pequeña localidad de Arbas del Puerto, se alza la Colegiata de Santa María de Arbas.
Esta iglesia sorprendente por su historia, su arquitectura y su entorno natural. No es solo una joya románica, es también testigo de siglos de peregrinación, ya que se encuentra en la ruta de peregrinos que, desde León, se dirigían a San Salvador en Oviedo para venerar las reliquias de la Cámara Santa.
Este templo de origen medieval formó parte de un antiguo hospital de peregrinos y es una parada imprescindible para los amantes del arte, del románico y de los lugares auténticos, donde el tiempo parece haberse detenido.

Un templo que ha resistido el paso de los siglos
La Colegiata de Santa María de Arbas formó parte de un antiguo hospital de peregrinos fundado en el siglo XII por el conde Fruela Díaz y su esposa Estefanía Sánchez.
Alfonso IX de León, muy vinculado a estas tierras, mandó levantar en 1216 la actual iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de Santa María de Arbas, realizando cuantiosas donaciones a la abadía, gestionada por los canónigos regulares de San Agustín.
De aquel conjunto monástico, únicamente ha perdurado la iglesia, que se conserva como uno de los mejores ejemplos del románico tardío en la provincia de León.
Su decoración, más cercana al románico asturiano que al leonés, nos muestra detalles singulares tanto en el exterior como en el interior.
Exterior de la Colegiata de Santa María de Arbas
El exterior de la colegiata llama la atención por su austeridad, está construida en sillería de arenisca parda, con líneas simples y muros robustos.
En la cabecera, destaca el ábside semicircular, decorado con una interesante colección de canecillos con figuras humanas, animales y formas geométricas. La pena es que algunas construcciones más recientes ocultan parcialmente la visión completa del templo (pero lo mejor está en el interior).




La iglesia está protegida por un atrio barroco con un maravilloso suelo empedrado. Este atrio en forma de "L" protege las dos portadas que se conservan. En él que podemos ver un bello óculo, y bóvedas de crucería y una pila bautismal.




Portadas románicas
La iglesia posee tres portadas románicas, aunque en la actualidad solo son visibles dos. La portada principal se encuentra en el lado sur, protegida por el pórtico barroco del siglo XVIII.
Nos sorprende con un arco de medio punto compuesto por varias arquivoltas decoradas con rombos, dientes de sierra, pequeñas cabezas entre hojarasca y una serie de figuras que representan animales, personajes con túnicas, aves, serpientes y otras curiosas escenas. Esta portada es una auténtica joya de la escultura románica.


La otra portada se sitúa en el lado occidental, bajo la base de la torre. Tiene un tímpano liso, sostenido por dos ménsulas que representan un oso y un buey, un detalle que recuerda a la portada del Perdón de San Isidoro de León. La arquivolta de esta puerta muestra decoración de ajedrezado, y las basas de las columnas están decoradas con garras.


Hubo una tercera portada en el muro norte, pero desapareció al adosarse una capilla en esa zona, aunque aún se pueden ver restos de su ubicación original.

Planta basilical
En el interior, la colegiata tiene planta basilical con tres naves, que finalizan en ábsides de forma cuadrada en los laterales y semicircular en la nave central, donde se encuentra la capilla mayor.
La capilla mayor destaca por su sencillez, con dos cuerpos separados por una imposta decorada con dientes de sierra, y tres ventanas que iluminan el hemiciclo. Las naves están separadas por pilares adornados con una gran variedad de bolas, flores y garras.





La cubierta es de bóveda de crucería cuyos nervios descansan sobre ménsulas decoradas. La clave principal está labrada con un Agnus Dei, enmarcado en una flor.


Los ábsides laterales, de planta cuadrada son más sencillos en decoración, mantienen la armonía arquitectónica del conjunto. Están cubiertos por bóvedas de crucería y conservan la esencia románica en su estructura.


También hay varias sepulturas medievales en los muros. Entre ellas destaca una, no por su belleza, si no por la importancia de la persona que de ella se encuentran sus restos.
Se trata de la que guarda los restos del arquitecto Luis Menéndez-Pidal y Álvarez, ovetense nombrado Comisario del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional hasta 1940, y especialista en la restauración arquitectónica.
Salvó de la ruina en 1968 la Colegiata de Santa María de Arbas y en su tumba reza el siguiente epitafio: «Salva a su alma de la perdición, como él salvó a esta iglesia de la ruina».


Realizó grandes intervenciones, sobre todo en los monumentos de Arte románico y Prerománico asturiano.
Y también en más de 200 actuaciones restauradoras del patrimonio español. Entre ellas la Basílica de San Isidoro de León, Catedral de León, Catedral de Oviedo y Cámara Santa, Catedral de Santiago de Compostela, Catedral de Tui, Catedral de Zamora, Monasterio de Guadalupe (Cáceres) o las Murallas de Lugo.
Historia y momentos clave
A lo largo de los siglos, la colegiata fue sufriendo diversas transformaciones. En el siglo XV se adosaron capillas góticas, en 1693 se levantó la torre donde se ubicó el coro, y en 1723 se construyó la Casa del Abad.
Sin embargo, la desamortización española de 1866 supuso la desaparición del hospital y el fin de la vida canónica, quedando la iglesia como parroquia del lugar.
Durante la Guerra Civil Española, la colegiata sufrió el saqueo y la imagen original de la Virgen fue pasto de las llamas en el año 1936. La actual es una copia, ya que los restos de la talla original se conservan en la Colegiata de San Isidoro de León, a la que la iglesia pasó a depender a partir de 1968.

Vídeo de la Colegiata de Santa María de Arbas del Puerto
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Visitar la Colegiata de Santa María de Arbas es como hacer un viaje en el tiempo, un recorrido por la historia del románico leonés en plena montaña, donde cada piedra guarda el recuerdo de los peregrinos que atravesaban el puerto de Pajares hacia el norte.
Es una parada imprescindible para descubrir un lugar cargado de historia y arte, en un entorno natural espectacular y con la autenticidad de los lugares que han sabido conservar su esencia.
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